Paola Astrid

La brisa azota mis cabellos que como latigazos golpean mi rostro. Las olas revuelcan mis duros recuerdos y me gritan que he traicionado mi tierra. -¡Traidora! ¡Traidora! - Reclaman. La sal hace agujeros en mi piel encajando su furia sin piedad. -¡Traidora! - Vuelven a gritar. -¡Sacrificio! - Exclaman. A cada paso el mar intenta arrastrarme. En lo que camino ya no es arena, sino una llamarada de pequeñas pero punzantes conchas. La furia de las olas se hace más evidente cuando dejo derramar una lágrima y el mar me las arrebata a donde en verdad pertenecen. -¡Sacrificio! ¡Sacrificio! - Rugen. Las gaviotas chillan y vuelan despavoridas. Saben que si se acercan demasiado también serán devoradas por tan peligrosas fauces. Mis músculos se tensan y un frío desgarrador comienza a perpetuar mi cuerpo. Sé que apenas es el comienzo. -¡Exclama tu pecado! ¡Exclámalo! - Gritan las olas. Pero callo. El viento azota con más y más fuerza y el cielo se desprende del color azul enviando n